Megane Renault Compactos Pruebas
A prueba Renault Megane Bose 1.3 TCe 140 CV: el compacto generalista que quiso dar caza a los premium
En esta ocasión nos hemos puesto a los mandos del Renault Megane Bose con el motor 1.3 TCe de 140 CV y cambio automático EDC de siete marchas.
Hace mucho que el segmento de los compactos dejó de ser modesto y accesible, lo que ha provocado que esa buena relación calidad-precio se quede en el olvido. Sin embargo, aún existen marcas dispuestas a apostar por vehículos capaces de mantenerse fiel a la filosofía de los compactos, y Renault es un claro ejemplo de ello. Podemos considerar al Megane como todo un referente y un vehículo que se ha ganado a pulso su buena fama pero, ¿está a la altura del Volkswagen Golf o el Audi A3?
Para responder a esta pregunta hemos decidido convivir durante una semana con un Renault Megane con acabado Bose y asociado al motor 1.3 TCe de 140 CV y cambio automático de siete velocidades. La casa francesa ofrece esta fórmula para aquellos clientes que estén en busca y captura de un compacto cómodo, práctico y apto para cualquier circunstancia sin la necesidad de afrontar un desmesurado desembolso.
Un diseño continuista pero bien adaptado
A lo largo de su historia, Renault se ha permitido el lujo de crear vehículos tan estrambóticos e ingeniosos como el Avantime o el Velsatis. Sin embargo y pese a la evolución que ha sufrido nuestro protagonista, nunca hemos visto ese riesgo o imaginación aplicados sobre este, pero también debemos tener en cuenta que el Megane ha sido concebido como un vehículo de ventas masivas, por lo que su diseño tiene que encajar y gustar a una mayoría.
Y lo cierto es que los diseñadores de la casa francesa han hecho un buen trabajo con esta última generación de su hijo predilecto. En mi opinión y aunque sea algo subjetivo, creo que es un vehículo sutil, elegante y atractivo a partes iguales. Estas sensaciones las ha generado, sobre todo, un imponente frontal gobernado por el característico rombo y por dos faros delanteros LED en forma de «C» que buscan abrazarlo.
La zaga sigue jugando con ese lenguaje de diseño imponente que ha estado empleando Renault para concebir a sus últimas creaciones. Sin lugar a dudas, los pilotos posteriores son el elemento que más llama la atención gracias a su forma alargada y esbelta. La defensa, por otra parte, rehusa de elementos superfluos y se conforma con una tímida salida de escape de verdad de la buena, algo que se agradece.
Un habitáculo sin nada que envidiar a los alemanes
No os voy a engañar, puesto que días previos a mi encuentro con el Renault Megane me mostraba algo escéptico respecto a sus calidades interiores. Ahora he decir que me quito el sombrero ante el compacto francés. Y es que los ingenieros de la firma del rombo se han cerciorado de ofrecer una relación calidad-precio francamente buena y difícil de superar, algo que nos vuelve a demostrar su habitáculo.
Un volante de tacto agradable se encarga de darnos la bienvenida una vez acomodados en su asiento y, aunque presenta una botonera lateral para manejar diferentes menús del cuadro de mandos, Renault sigue haciendo uso de un ya vetusto mando satélite -que se lleva duplicando modelo tras modelo desde hace demasiado tiempo- ideado para controlar el apartado multimedia.
Detrás del timón nos encontramos con un cuadro de mandos semi-digital que nos aporta la información justa y necesaria. Su configuración no es ni la mitad de amplia que la de los modelos del Grupo Volkswagen, por ejemplo, pero la posibilidad de cambiar el diseño y sus gráficos fluidos y correctos hacen que este cuadro representado a partir de una pantalla de siete pulgadas sea más que suficiente.
La pantalla que gestiona el sistema de infoentretenimiento se encarga de robar el resto de protagonismo debido a su configuración vertical y a sus 8,7 pulgadas, medida de la que gozaremos en caso de que nos decantemos por la opción más exuberante. No en balde y pese a que su funcionamiento es sobresaliente, hay ciertos detalles que no me han terminado de convencer.
Renault ha querido ser minimalista a la hora de desarrollar el interior de la última generación del Megane, pero puede que se hayan pasado en determinados aspectos. Lo primero es que la pantalla prescinde de botones físicos en pro de unos integrados en el plástico que la bordea, lo que provoca que no siempre acertemos a la hora de pulsar el botón deseado, problema que se agrava por el simple hecho de que estos se encuentren más cerca del asiento del copiloto que del conductor, un contratiempo, sobre todo, cuando viajamos solos.
otro aspecto que tampoco ha resultado de mi agrado es el control de la climatización, el cual ha sido integrado dentro de la propia pantalla y nos obliga a salir del menú que estemos empleando para regular el caudal de aire, por ejemplo. Pero dejando una vez de ser tiquismiquis, lo cierto es que, a líneas generales, nos encontramos con unos buenos materiales de la mano de unos ajustes más que correctos. Esto lo percibimos a través del salpicadero o las puertas, zonas que han dejado el plástico duro para los elementos más recónditos y que no palparemos con frecuencia.
Las plazas posteriores son espaciosas tanto para la cabeza como para las piernas, permitiendo que dos adultos viajen sin problemas. No obstante, la plaza central adolece de estas características por culpa del túnel de transmisión, aunque a su favor he destacar un más que correcto respaldo tanto por inclinación como por su mullido. Por último, el maletero, que en esta versión compacta declara 384 litros, una capacidad más que suficiente para transportar nuestros bártulos y, pese a que su boca de carga no es completamente plana, nos resultará sencillo depositarlos.
Suave y cumplidor
Pero permitidme que deje a un lado estas minucias y que me centre en uno de los aspectos más importantes de toda prueba: las sensaciones que produce el Renault Megane cuando nos ponemos a sus mandos. Bien, he de decir que había escuchado a numerosos compañeros de profesión alabar a la variante R.S del compacto francés, por lo que intuía que sus versiones más comedidas funcionarían francamente bien, algo que también sospechaba por la cantidad de unidades que podemos vislumbrar por nuestras carreteras.
El Megane que me estuvo acompañando durante una semana se encontraba equipado con el motor TCe 1.3 de 140 CV y 240 Nm de par, cifras que se gestionaban a partir de una caja de cambios automática EDC. Se trata de un propulsor de cuatro cilindros sobrealimentado por turbo capaz de entregar el par a 1.600 rpm y la potencia 5.600 rpm, lo que provoca un comportamiento muy suave y lineal.
Aunque es cierto que en los primeros compases del tacómetro experimentaremos un empuje medianamente contundente, rápidamente la finura y sutileza se encargarán de ser los rasgos principales de este motor. Su rodar es muy agradable y en ningún momento inundará el habitáculo con un tosco o molesto sonido; todo lo contrario, ni nos enteraremos de que el motor está ahí.
No me malinterpretéis, ya que este propulsor tiene fuerza más que de sobra para mover al Megane con soltura, lo que me hace catalogarlo como una de las opciones más lógicas de la gama. Además, el cambio automático EDC de siete relaciones y doble embrague se presenta como complemento perfecto para este corazón gracias a su comportamiento rápido y eficaz. Las transiciones entre marchas son imperceptibles, resulta suave en todo momento y tan solo apreciaremos cierto letargo en las reducciones cuando recurrimos al modo manual.
En general, el Renault Megane es un coche muy noble y fácil de conducir, algo factible gracias a su carácter dócil. Sin embargo, una dirección demasiado ligera y poco precisa hará que nos resulte difícil realizar con precisión virajes rápidos, aunque resulta muy cómoda a la hora de estacionar, por ejemplo. El tarado de la suspensión es más bien blando, lo que ayuda a que no sintamos con demasiado ímpetu las imperfecciones del asfalto, pero provoca ciertos balanceos de la carrocería en curvas cerradas.
No obstante y pese a esta actitud sosegada del Renault Megane que estuvo bajo mis cuidados durante una semana, he de elogiar la puesta a punto del chasis. Y es que los ingenieros de la firma del rombo han sabido cómo desarrollar una base soberbia que nos permite intuir un aplomo ejemplar y una buena rigidez, rasgos que saldrán a relucir en la variante R.S de la mano de una dirección más precisa y de una suspensión más firme.
Pero voy a intentar contener mis ganas de ponerme a los mandos del Megane R.S y a centrarme en la versión que hoy nos ocupa empezando por analizar su comportamiento en autopista. En este terreno, el compacto francés saca a relucir sus maneras de coche afable gracias a una comodidad pasmosa. Los 140 CV y 240 Nm de par serán más que suficientes para llevar a cabo los adelantamientos con diligencia. Circulando a velocidades legales es sencillo ver reflejado en el cuadro de mandos un consumo medio de 6,2 litros/100 km.
En el mundo urbano, el Renault Megane también destaca positivamente gracias a una buena visibilidad delantera y a unas dimensiones más que apropiadas para afrontar la ciudad. Su suspensión blanda ayuda a que los rotos de la calzada no se conviertan en fuertes vibraciones en el habitáculo y que podamos circular sin demasiada preocupación. El consumo en dicho en entorno es fácil que suba hasta los 8,5 / 9 litros.
Conclusión
Renault ha conseguido realizar un trabajo soberbio con la última generación del Megane, un modelo que, pese a llevar ya unos cuantos años en el mercado, se mantiene atemporal. Su diseño exterior tan solo adolece de ser demasiado parecido al de sus demás hermanos de gama, pero a rasgos generales nos encontramos con un coche moderno y equilibrado.
Su motor 1.3 TCe es suave y cumplidor a partes iguales, lo que lo convierte en una opción muy a tener en cuenta para aquellos que busquen un coche prestacional pero para nada radical. Al mismo tiempo, la caja de cambios EDC puede ser un aliado excepcional si nuestro recorrido habitual va a ser por el mundo urbano, zona que será mucho más llevadera gracias a unas transiciones imperceptibles entre las marchas.
Con un precio de partida de 15.548 euros, el compacto francés se posiciona como un vehículo muy interesante frente a sus principales competidores de origen alemán, los cuales superan con creces dicha cifra en sus variantes más comedidas. En el caso de la unidad de pruebas, el precio de la factura asciende hasta los 22.943 euros por culpa del acabado Bose y de su equipamiento, cifra que, bajo mi criterio, sigue siendo muy competitiva.
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