Grandland X Opel Coches híbridos ECO Pruebas SUV
Presentación y prueba Opel Grandland X Hybrid: 300 CV con etiqueta cero
En esta ocasión nos ponemos a los mandos del Opel Grandland X Hybrid, la variante PHEV del SUV alemán que nos obsequia con 300 CV y con la etiqueta cero.
Últimamente no dejamos de escuchar de hablar sobre los coches híbridos, eléctricos, híbridos enchufables…Un sinfín de denominaciones que desembocan en un tipo de movilidad que está asentándose cada vez con más fuerza. Claro ejemplo de ello es el Opel Grandland X Hybrid, la variante híbrida enchufable del SUV alemán que llega como una apuesta muy interesante para aquellos que requieran de un coche apto para el mundo urbano y, al mismo tiempo, para afrontar largos trayectos por carretera.
Esta teoría está muy bien, pero ¿qué pasa cuando pasamos a la práctica? Y es que aprovechando que Opel convocó a la prensa para tener un toma de contacto con sus novedades más importantes, decidimos ponernos a los mandos del Grandland X PHEV y conocer así todas sus lindezas y descubrir si la práctica concuerda con la teoría.
Un diseño y un interior en el que apenas hay cambios
Por norma general, son muchas las marcas que optan por dotar a sus coches eléctricos e híbridos con un aspecto futurista, casi más propio de una nave espacial y, en ocasiones, con fines aerodinámicos. Sin embargo, Opel ha decidido no seguir con esa corriente y permitir a aquellos clientes que optan por un Grandland X Hybrid sigan disfrutando de un coche que, en lo que a diseño se refiere, no cambia en nada respecto a sus homólogos de combustión.
Y es que la única diferencia real que vamos a apreciar la encontramos en el lateral izquierdo, justo al final. Aquí se sitúa la toma de carga del SUV alemán, mientras que en el lado contrario se sigue situando la boca del depósito. La denominación Hybrid en el portón y la ansiada etiqueta cero de la DGT en la luneta delantera son los únicos rasgos que desvelan que no estamos ante un Opel Grandland normal y corriente.
Tres cuartos de lo mismo sucede en el habitáculo, donde todo se mantiene inalterado a excepción del algún que otro detalle como el potenciómetro que sustituye al tacómetro, el dial de carga de la batería o diferentes menús del sistema de infoentretenimiento referido al flujo energético entre motores y batería.
Con todo esto, el interior del Grandland X se siente algo obsoleto frente no solo al de la competencia, sino también al de otros hermanos de gama. La falta de un cuadro de mandos digital o una pantalla de mejor resolución y calidad hacen que desluzca un poco el conjunto y el arsenal tecnológico que ofrece su apartado mecánico. Sin embargo, los materiales empleados son agradables al tacto, los ajustes son recios y la presencia de botones físicos es de agradecer.
Un conjunto mecánico con fuerza y garra
Pero el verdadero punto álgido de todo coche híbrido enchufable reside en su apartado mecánico, y el Opel Grandland X Hybrid no es una excepción. En las entrañas del SUV del rayo se esconde un motor gasolina de cuatro cilindros y 1.6 litros sobrealimentado por turbo capaz de rendir 200 CV y 300 Nm de par. Dicho propulsor se encuentra arropado por dos eléctricos que erogan 110 y 113 CV respectivamente.
Con todo esto sobre la mesa, el Grandland X se encuentra en la tesitura de desarrollar de forma global 300 CV y 520 Nm de par. Gracias a estas cifras y al sistema de tracción total que le confieren los dos motores eléctricos, el SUV de Opel consigue realizar el 0 a 100 en 6,1 segundos y alcanzar una velocidad máxima de 235 km/h.
Además, debemos de tener en cuenta la batería que alimenta el sistema eléctrico. Esta cuenta con una capacidad de 13,2 kWh, lo que se traduce en una autonomía de 59 kilómetros en modo eléctrico según el ciclo de homologación WLTP. Pero volvemos a la pregunta del comienzo: ¿qué pasa cuando trasladamos todo esto a la práctica?
Lo primero es que debemos de ser consciente de que, pese a las cifras que maneja el Grandland X Hybrid, no estamos ante un coche deportivo ni pretende serlo. El SUV alemán aboga por el confort, y es algo que deja muy claro desde el minuto cero. La dirección es suave, ligera y poco precisa, trasmitiendo más bien poco pero permitiendo facilitar la tarea de maniobrar. La suspensión también es blanda en su tarado, dejando entrever ciertos balanceos de la carrocería pero que nunca llegan a ser excesivos, aunque como punto positivo nos encontramos con una capacidad para absorber imperfecciones de manera sobresaliente.
Pero esto no impide que el Grandland en su variante PHEV sea sumamente rápido. Y es que realizar adelantamiento con los tres motores funcionando a pleno rendimiento es fácil y sencillo, permitiéndonos salir de ciertas situaciones peliagudas en cualquier momento. La caja de cambios gestiona bien los cambios, ofreciendo transiciones suaves y tan solo adolece en las reducciones en modo secuencial.
Las carreteras de montaña no son su fuerte, y donde más cómodo se siente el Grandland X es en autopista o en ciudad. En el mundo urbano prima el silencio, sobre todo si seleccionamos el modo de conducción eléctrico. Contamos con potencia más que de sobra, y poder recuperarla implicará dos horas si recurrimos a un cargador de 7,4 kW.
Según el ciclo WLTP, es posible recorrer un total de 59 kilómetros en modo 100% eléctrico. Durante nuestra prueba, hemos podido cubrir aproximadamente 52 kilómetros, que no está nada mal aunque al haber transcurrido de un entorno distinto a otro de manera rápida, el resultado puede variar cuando hacemos una conducción puramente urbana.
Conclusión
El contexto político y medioambiental está obligando a la industria automovilística a adaptarse y a crear vehículos como el Opel Grandland X Hybrid. Cierto es que no cuenta con la última tecnología ni con los mejores materiales, pero estamos ante una opción muy equilibrada en lo que a relación precio-prestaciones se refiere.
Y es que el SUV alemán con esta configuración mecánica puede ser nuestro por 40.075 euros, un precio muy atractivo si tenemos en cuenta sus prestaciones y el espacio que ofrece además de la etiqueta cero.
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