Prueba MINI Countryman SD, caballero inglés con botas de campo
El MINI menos mini de todos, el Countryman, se ha renovado recientemente. Ahora pasa por nuestras manos en su versión SD, la más potente de la gama diésel.
La familia MINI no para de crecer. La firma inglesa de propiedad alemana vive una auténtica juventud a nivel de gama, y la clientela lo sabe.
Esta semana pasa por nuestras manos «el MINI menos mini» de todos, el Countryman. Animado por un motor diésel, este Countryman SD quiere convertirse en el más estiloso de los SUV compactos.
El Countryman nació en el año 2010 con el fin de ofrecer una alternativa con capacidades offroad a todos aquellos clientes que buscasen un modelo con una estética muy diferenciada y un espíritu MINI intacto. Su éxito de ventas fue, como todo el mundo preveía, espectacular. Tal es así que mientras que otros modelos de MINI como el Paceman no tuvieron sustituto, el Countryman está más vivo que nunca gracias a una nueva generación.
Diseño exterior
La segunda generación del Countryman apuesta por un continuismo en las líneas generales, que vistas con detalle se transforman en una profunda evolución a nivel estético. Y es que el Countryman ha dejado de ser un MINI inflado para salir fuera del asfalto para convertirse en un modelo con personalidad propia.
La parte frontal del Countryman revela dos grupos ópticos de formas redondeadas, como no podía ser de otra forma en un MINI, aunque con un perfil bien marcado. La iluminación diurna, situada anteriormente en junto a las ópticas antiniebla, pasa a colocarse alrededor de la óptica principal en forma de línea LED.
La parrilla mantiene una forma similar a la de su antecesor, con un entramado en forma romboide que enfatiza la deportividad del conjunto. En la parte inferior encontramos un paragolpes muy bien integrado, con tres grandes molduras y dos generosas ópticas para las funciones antiniebla.
La vista lateral del Countryman es la de un vehículo de generoso tamaño, con formas más o menos rectas, que recoge todo el ADN de la familia MINI. Y es que el Countryman sigue confiando en un parabrisas poco inclinado y en una superficie acristalada relativamente recta, que desemboca en una luna de custodia trasera de menor tamaño.
No faltan una serie de detalles como las molduras de las aletas, que acogen también un pequeño intermitente, unos espejos retrovisores redondeados, unas barras de techo en terminación plata satinada o un perfil inferior de carrocería/pasos de rueda rematado en plástico negro sin pintar. Las llantas de aleación están disponibles en numerosas medidas, aunque las de nuestra unidad, con un bonito diseño de radios dobles, cuentan con un diámetro de 18″, calzadas con neumáticos 225/50/R18.
La zaga del MINI Countryman es, posiblemente, la parte en la que encontramos una mayor similitud con su hermano original, el hatchback. El Countryman cuenta con un portón de maletero con apertura eléctrica, unos grupos ópticos de gran tamaño en forma de lágrima y, en esta versión, una doble salida de escape de lo más deportiva, acorde con el carácter «S» de su motorización.
Diseño interior
Más maduro y más grande, el Countryman ha crecido en planteamiento
El interior del MINI es, en esta nueva generación de creaciones de la firma británica, el apartado en el que se puede apreciar una mayor evolución. Ya no sólo en el terreno estético, donde los cambios son evidentes, sino en la calidad de construcción, muy superior a la del modelo anterior.
Nada más abrir la puerta que, por cierto, cuenta con una simpática iluminación que proyecta el logo de la marca en el suelo al accionar el mando a distancia, nos encontramos con un habitáculo en el que la personalidad MINI no puede ser más evidente allá donde fijemos la vista.
Un salpicadero en el que las formas redondeadas son norma acoge una gran esfera central que, en esta nueva generación de MINI, se dedica en exclusiva al sistema de música/infoentretenimiento, desplazando la instrumentación detrás del volante, solidaria a la columna de dirección, en una posición que resulta mucho más práctica y natural en el día a día.
Bajo la instrumentación, los mandos de la climatización dual y, bajo ellos, una fila de interruptores basculantes -al más puro estilo retro- desde los que podremos desde arrancar hasta actuar sobre el control de estabilidad (DSC) o el Head-Up Display que, por cierto, recurre a una lámina de metacrilato para proyectar la información, una solución más barata que la proyección sobre el propio cristal, pero que trae consigo algunas desventajas, como la inoperancia del sistema si llevamos puestas unas gafas polarizadas.
La consola central acoge un práctico hueco portaobjetos, dos posavasos, la -larguísima- palanca de cambios con anillo central giratorio para seleccionar los diferentes modos de conducción, los mandos del freno de estacionamiento e i-Drive y un práctico apoyabrazos.
La calidad de construcción es buena, con plásticos mullidos en la parte superior del salpicadero y un original tapizado en las puertas que se extiende hacia su parte superior, aunque seguimos encontrando plásticos duros en la parte inferior tanto del salpicadero como de las puertas, un material también utilizado en la consola central. No se escuchan ruidos parásitos cuando circulamos en terrenos rotos pese a la dureza de la suspensión, aunque sí es cierto que algunas molduras crujen al hacer presión con los dedos.
Mención aparte merece la capacidad de MINI para crear una atmósfera divertida y visualmente atractiva en el habitáculo. Una de sus mejores armas es la utilización de una abundante cantidad de iluminación ambiental en múltiples colores, iluminación que encontramos en la zona de los pies, en las puertas, en el techo, en el anillo central y, por primera vez, en las molduras del salpicadero, que cuentan con bonitos detalles retroiluminados, sólo visibles en la oscuridad.
Los asientos delanteros son muy cómodos, agarrando muy bien el cuerpo. Además, pueden contar en opción con regulación eléctrica, calefacción e, incluso, memoria de dos posiciones. En nuestra unidad contaban además con un bonito tapizado mixto de piel y tela, así como calefacción en tres niveles y banqueta extensible.
El espacio interior es muy bueno, evolucionando positivamente sobre todo en las plazas traseras, donde el cambio a mejor ha sido realmente notable. La fila trasera cuenta con espacio más que suficiente tanto para la cabeza como para las piernas, disfrutando además de comodidades como una banqueta regulable longitudinalmente, un respaldo con múltiples reglajes en inclinación o salidas de ventilación. El túnel central molesta ligeramente a la hora de acomodarse en caso de viajar tres pasajeros, pero el fabricante ha tenido a bien dejar dos huecos bien marcados para los pies.
El maletero cuenta con un tamaño suficiente, cubicando 450 litros. Con una buena iluminación y sistema de apertura y cierre manos libres, el maletero del Countryman esconde un doble fondo en el que se aloja un ingenioso cojín que cubre el umbral del maletero, permitiendo que dos personas se sienten tranquila y cómodamente sin mancharse.
Dinámica de conducción
El Countryman está disponible con una variada selección de propulsores diésel, gasolina e híbridos de tres y cuatro cilindros. En esta ocasión hemos probado la variante de gasóleo más potente, denominada comercialmente «Cooper SD» y dotada de un motor 2.0 de cuatro cilindros con 190 CV y 420 NM, colocado en posición delantera-transversal.
Su conducción sigue siendo muy dinámica
Este propulsor es utilizado por numerosos modelos de BMW, destacando por su rendimiento y bajo consumo. En esta ocasión está además asociado a una transmisión automática de 8 relaciones de exquisito funcionamiento, que transmite la potencia a las ruedas delanteras y, en opción, a los dos ejes.
Las cifras hablan por sí solas, con esta combinación el Countryman es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en menos de 8 segundos, superando los 210 km/h de velocidad máxima, todo ello con un consumo medio homologado de apenas 4.6 litros. En la vida real nos encontramos ante un propulsor capaz de ofrecer consumos de 4/4.5 litros en viajes por carretera nacional, que se transforman en 6.5 litros en autopista y suben hasta los 7.5 litros en ciudad. El resultado final tras más de 1.500 km de utilización es de 7.2 litros/100 km.
Dinámicamente no hay atisbo de duda, el Countryman se puede calificar sin miedo como un auténtico MINI. Construido utilizando la misma plataforma que el actual BMW X1, el Countryman nos ofrece una gran pisada en todo momento, a costa de una dureza de suspensión algo excesiva en determinadas situaciones. En utilización normal no supone ningún problema.
Una dirección directa y un equipo de frenos completan un conjunto muy respetable en términos dinámicos, tan sólo empañado por la excesiva sonoridad del propulsor en frío y un sonido de rodadura algo alto, que bien se puede achacar a los neumáticos asociados a esta unidad en concreto.
Esta unidad contaba además con el sistema MINI Driving Profile, que no es más que el nombre que la firma inglesa da al sistema de modos de conducción, que en este vehículo está compuesto por tres perfiles diferentes: ECO, que activa el modo a vela de la transmisión, NORMAL y SPORT, que endurece la dirección, afila la respuesta del acelerador y el cambio y activa un sintetizador de sonido para enmascarar el ruido del diésel.
Gama y versiones, ¿cuánto cuesta la unidad que ves?
La gama del Countryman arranca en 27.800€, correspondientes al Cooper Countryman, equipado con un motor 1.5 de gasolina de 136 CV. Las versiones más costosas corresponden a los Cooper SE y Cooper S John Cooper Works, con 223 y 235 CV respectivamente.
Nuestra unidad tiene un precio base de 35.400€, aunque su equipamiento opcional es abundante. Destacan elementos como los faros LED inteligentes, el portón de maletero manos libres, los asientos delanteros con memoria, ajuste y calefacción eléctricos o el sistema Head-Up Display. En total, más de 44.000€ para hacer de este Countryman un caro capricho que, eso sí, satisfará a las familias más exigentes.
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