Prueba Mazda CX-3 2.0 Skyactiv-G: la receta de la eterna juventud
Un diseño que entra por los ojos el de este SUV urbano con unas líneas muy juveniles para el que no pasa el tiempo con unos consumos y precio razonables
Si hay un segmento que ha crecido durante los últimos años, es el de los SUV. En poco más de dos décadas, su evolución ha sido espectacular, por lo que han pasado de tener una presencia poco más que testimonial en el mercado a formar prácticamente una oferta paralela a la de turismos.
Si nos metemos de lleno en esa nutrida oferta, podemos ver que dentro del mercado de SUV, tenemos SUVs urbanos, compactos, familiares e incluso deportivos. Sin embargo, una de las subcategorías más exitosas es la de todocaminos con enfoque urbano.
La categoría de los B-SUV está canibalizando las ventas de los utilitarios. Sus argumentos son poderosos: tienen más espacio interior, un comportamiento dinámico muy similar –la gran mayoría están basados en las mismas plataformas que sus “hermanos pequeños”- y, sobre todo, una imagen más poderosa que se lleva de calle a un gran número de compradores.
Ya hemos probado pesos pesados de la categoría, como por ejemplo el Volkswagen T-Cross, el Seat Arona o el Ford Puma. La propuesta de Mazda para plantar cara a esta voraz competencia es el CX-3, un SUV urbano que propone algo diferente y que, pese a que ya han pasado más de cinco años desde su lanzamiento, ha soportado el paso del tiempo de una forma sobresaliente.
La actual generación del Mazda CX-3 vio la luz en 2015, aunque es cierto que a lo largo de su vida comercial ha recibido dos actualizaciones –en 2018 y en 2020- que han ayudado a que el conjunto no haya perdido un ápice de frescura.
Un diseño por el que no pasan los años
Cuando nos ponemos delante del modelo más pequeño de la gama SUV de Mazda, es sorprendente pensar que sus trazos fueron dibujados hace más de cinco años. A pesar de que hemos visto algunos cambios en la parrilla central o los faros, habría que mirar con lupa si queremos diferenciar una unidad de 2015 con una recién salida del concesionario.
Todo el mérito se lo lleva el lenguaje de diseño “Kodo” de Mazda que, gracias a su filosofía de “Alma en Movimiento”, ofrece unos diseños atemporales y realmente atractivos. El Mazda CX-3 es el perfecto ejemplo de esta forma de pensar, y es que gracias a sus marcadas líneas, nos da la sensación de que el coche está en movimiento incluso cuando lo tenemos aparcado en la puerta de casa.
En la parte frontal, todo el protagonismo es para la poderosa parrilla, que ocupa prácticamente la mitad de la superficie y cuenta con un marco cromado que la abraza y se extiende hasta los faros delanteros. En los extremos del paragolpes delantero, tenemos dos molduras negras en las que se integran los intermitentes delanteros y los faros antiniebla, que son tan pequeños que proporcionan una iluminación demasiado justa.
En su perfil, las líneas de diseño son muy marcadas y reflejan a la perfección el diseño “Kodo”, por lo que tenemos una nervadura que nace en el vértice del faro delantero y hace una curva que muere en las puertas traseras. Este elemento está perfectamente acompañado por la cintura ascendente que marcan las ventanillas laterales y el pilar C en color negro, que se mimetiza a la perfección con el tintado de los cristales.
La parte trasera pone el punto final a las afiladas líneas del resto de la carrocería, por lo que tenemos unos pilotos traseros en disposición horizontal unidos y un exotismo a día de hoy: un par de salidas de escape reales.
En cuanto a la unidad que hemos probado, contaba con el nivel de equipamiento Zenith, el más completo de la gama. Con este, tenemos unas bonitas llantas multirradiales en acabado bicolor de 18 pulgadas, retrovisores pintados en el mismo tono que la carrocería y un set de molduras cromadas que decoran el labio delantero y las taloneras.
Buenos acabados, habitabilidad mejorable
Igual que hemos defendido la atemporalidad del exterior del Mazda CX-3, el diseño del habitáculo del todocamino japonés si denota su edad, y es que nada tiene que ver con el despliegue tecnológico que sí presentan algunos recién llegados como el nuevo Opel Mokka que probamos recientemente.
El cuadro de instrumentos es sencillo aunque realmente atractivo gracias a un tacómetro analógico en posición central con un pequeño display en su parte baja que nos indica la velocidad a la que circulamos. Este va acompañado por otros dos displays en los que se nos indican los datos fundamentales para la conducción, como los consumos, el nivel de combustible o el odómetro.
Otro de los elementos de equipamiento que se añaden con el acabado Zenith es el Head-Up Display a color, que complementa la información del cuadro de instrumentos proyectando en un marco transparente algunos datos como la velocidad, la distancia respecto al coche que llevamos delante o las alertas de ángulo muerto.
El puesto de conducción ofrece una posición confortable y sigue mostrando uno de los puntos fuertes de la marca: la ergonomía. Todo queda a mano, por lo que la climatización o incluso las funciones del sistema multimedia se manejan con mandos físicos, de manera que una vez que nos acostumbramos a ellos, no nos obligan a quitar la vista de la carretera. Algo a lo que también tendremos que hacernos es a la posición de los retrovisores, y es que están más centrados en la puerta de lo que suele ser habitual y quedan demasiado cerca del conductor.
El volante de tres radios también cuenta con los botones multifunción para controlar el sistema de sonido, activar el control por voz, hacer lo propio con el limitador de velocidad o el control de crucero o cambiar la información que nos aparece en el display derecho del cuadro de instrumentos.
La calidad de materiales y acabados en el habitáculo del Mazda CX-3 es buena, por lo que tenemos una gran moldura que imita al cuero recorriendo el salpicadero y el mismo acabado en los bordes de la consola central. Con el acabado Zenith, también añadimos una tapicería mixta de tela y cuero sintético que viste a unos asientos muy confortables que permiten hacer viajes largos sin acumular fatigas.
Pasemos a su habitabilidad, y es que es este uno de los puntos débiles del Mazda CX-3. El espacio en las plazas traseras es más bien ajustado, por lo que el espacio para las piernas es reducido y un adulto tendrá que incrustar las rodillas en el respaldo de los asientos delanteros. La anchura tampoco es sobresaliente, de modo que llevar a tres adultos sentados detrás no es una buena idea. Como dice el refrán, “mal de muchos, consuelo de tontos”, y es que este defecto es habitual en un segmento en el que todos sus integrantes miden poco más de 4 metros.
El Mazda CX-3 tampoco puede presumir de maletero, y es que a pesar de tener un doble fondo que amplía el espacio considerablemente, sus 350 litros de capacidad le dejan por detrás de rivales que también hemos puesto a prueba como el Hyundai Kona (374 litros) o el Mitsubishi ASX (406 litros).
Un completo equipamiento con el acabado Zenith
Como hemos dicho anteriormente, la unidad que hemos probado iba ataviada con el nivel de equipamiento más completo de la gama, el Zenith. El equipamiento de serie que incorporamos en caso de pagar los 2.300 euros adicionales respecto al acabado básico –Origin- hace que sin duda merezca la pena asumir este sobrecoste.
Añadiremos las llantas de 18 pulgadas, la tapicería mixta en tela/simil cuero, el Head-Up Display, las molduras cromadas en el exterior y algunos asistentes a la conducción como el de frenada, reconocimiento de peatones o el sistema de cambio involuntario de carril.
Por 1.250 euros más podremos ampliar la lista de ADAS gracias al Pack Safety, con el que añadiremos el control de crucero adaptativo, frenada de emergencia pre-impacto, faros Full-Led Adaptativos, detector de ángulo muerto avanzado con detector de tráfico trasero, sistema de asistencia a la frenada trasero, detector de fatiga o cámara de visión periférica de 360º.
Otra de las novedades que incorporó el Mazda CX-3 en su última actualización fue la puesta al día de su sistema multimedia, ahora compatible con Android Auto y Apple Car Play –lo que hace absurdo pagar los 666 euros que pide la marca por el sistema de navegación integrado-. A pesar de que su interfaz y la definición de la pantalla de 7 pulgadas sigue estando por detrás de muchos de sus rivales, es bastante intuitivo y sencillo de manejar gracias al selector instalado en la consola central y su capacidad táctil.
Un “rara avis” bajo su capó
Uno de los secretos que siempre ha funcionado a Mazda es el de no seguir las modas, y es que es uno de los pocos fabricantes que conserva un carácter y personalidad bien definidas en todos sus modelos.
Esta personalidad se aprecia tanto en el diseño como en su mecánica, y es que el corazón que encontramos bajo el capó del Mazda CX-3 cada vez es menos habitual. La marca japonesa tiene como única alternativa el motor 2.0 Skyactiv-G o, lo que es lo mismo, un propulsor de cuatro cilindros atmosférico que desarrolla 121 CV y 206 Nm de par motor.
El comportamiento de este propulsor es todo un ejemplo en cuanto a suavidad. Sin embargo, su concepción atmosférica le convierte en perezoso siempre que lo llevemos por debajo de las 3.000 rpm.
En un mundo en el que cada vez estamos más acostumbrados a las patadas de los turbocompresores desde la parte baja del cuentavueltas, se hace muy raro subir por encima de las 4.000 rpm y, si queremos sacar el máximo jugo al propulsor del Mazda CX-3, debemos hacerlo. Lejos de ser algo negativo, el pequeño SUV de Mazda nos lo agradecerá con un sonido muy agradable.
La marca nipona no ofrece alternativas en su gama de motorizaciones, aunque sí que deja elegir entre una transmisión manual de seis relaciones o una automática de convertidor de par con las mismas marchas.
A pesar de la comodidad que ofrece olvidarnos de un embrague, siempre que probamos un Mazda nos vemos obligados a abogar por las cajas de cambios manuales. El tacto que consigue el fabricante en sus transmisiones manuales hace que el hecho de cambiar una marcha sea una auténtica delicia, independientemente de que estemos sentados en un MX-5 o en un Mazda 6. Como ya te imaginas, nuestra recomendación es que te ahorres los 3.000 euros que cuesta la caja automática y te lo compres manual.
En cuanto a sus consumos, Mazda ha confiado en el sistema de desactivación de cilindros para reducir sus cifras. El comportamiento de este sistema es prácticamente imperceptible, por lo que el motor usará sus 4 cilindros cuando necesitemos potencia y desactivará la mitad para funcionar a 2 cilindros siempre que las condiciones lo permitan. De esta manera, la marca asegura que sus consumos se reducen en un 14%. Con todo esto, la cifra que hemos conseguido en consumo mixto –autopista y bastante ciudad- es de unos razonables 6,5 l/100 km.
¿El Mazda CX-3 es mi coche?
El precio del Mazda CX-3 parte de los 22.295 euros sin descuentos, aunque si queremos una unidad tan bien equipada como la que hemos probado, tendremos que desembolsar 26.545 euros, un precio que le coloca en la media del segmento a igualdad de equipamiento.
Por lo tanto, si estás buscando un SUV urbano diferente, con un buen comportamiento dinámico, una calidad de acabados muy razonable y la mayoría de tus viajes son en pareja, el Mazda CX-3 es una alternativa muy a tener en cuenta. Si, por el contrario, necesitas un coche para viajar en familia o te gusta estar rodeado de pantallas, quizá haya otras alternativas que encajen mejor con tus necesidades.
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