A prueba Opel Crossland X 1.2T 110 CV: fiel a sus principios
En esta ocasión hemos puesto a prueba al Opel Crossland X, un SUV que nace de la mano de PSA pero que se mantiene fiel a sus raíces alemanas.
El segmento SUV se encuentra sumamente masificado en la actualidad, motivo por el que algunas marcas han decidido unir fuerzas para ofrecer dos productos con una misma raíz pero distinta esencia. En esta tesitura se encuentra el Opel Crossland X, protagonista de nuestra prueba y uno de los primeros resultados de la unión entre la casa germana y el Grupo PSA. Dicha alianza provocó que muchos amantes de Opel se sintiesen amenazados por la hegemonía de las firmas francesas, las cuales podrían modificar el carácter natural de los integrantes de la marca alemana.
Con esta premisa, hemos decidido poner a prueba al Opel Crossland X equipado con el motor 1.2 turbo de 110 CV y cambio automático. ¿Por qué? La respuesta es bien sencilla, ya que queríamos comprobar cuánto de PSA hay en este SUV teutón y cuánto de su esencia Opel sigue intacta o si se ha producido un armonioso maridaje entre ambas compañías.
Un diseño sobrio pero moderno
Pese a la clara influencia por parte del grupo francés, Opel ha conseguido depositar sobre el Crossland X su sello de identidad. Como buen vehículo alemán, nos encontramos con una estética en general sobria y sin grandes alardes, pero lo suficientemente atractiva como para destacar en el segmento de los B-SUV.
En el frontal roban todo protagonismo dos faros equipados con tecnología LED capaces de arrojar altas dosis de modernidad al conjunto. La parrilla, además de estar gobernada por el logo de Opel, también cuenta con unas alas negras a los laterales, pero es a través de la defensa de plástico donde podemos ver reflejado ese ADN SUV del Crossland X.
El lateral destaca por una pronunciada caída del techo provocando cierta imagen de SUV coupé, aunque después descubriremos si afecta a su espacio interior. Los pilotos posteriores se encargan de presentar a la zaga gracias a su integración con el lateral del Crossland X. Es en dicha zona donde la tonalidad negra y el plástico vuelven a hacer acto de presencia a través de la defensa, buscando hacer gala de un espíritu jovial y aventurero.
Habitáculo ordenado y limpio
Si por algo destaca el Opel Crossland X además de por su sobriedad es, sin duda alguna, por lo ordenado que está su interior. Resulta realmente sencillo encontrar todo cuando nos posicionamos a los mandos del SUV alemán independientemente de si es la primera vez que nos subimos a este o no. Para acentuar aún más esta exquisita distribución, la firma se ha asegurado de equipar al Crossland X con la última tecnología.
Lo primero que nos recibe es un volante completamente circular con un tacto agradable y mullido. Además de contar con los diferentes mandos para controlar el sistema de infoentretenmineto, nuestra unidad de pruebas presentaba un detalle poco usual en el segmento: el volante calefactado. Detrás de este se inscribe un cuadro de mandos analógico que ofrece de forma muy clara toda la información imprescindible.
En el centro y gobernando el salpicadero nos encontramos con una pantalla de siete pulgadas completamente táctil. Su comportamiento es rápido y fluido, dos rasgos que se compenetran a la perfección con una distribución de los menús muy intuitiva. Además, también permite conectar nuestro teléfono móvil a través de Apple CarPlay y Android Auto.
Los materiales empleados por la marca del rayo para concebir al Crossland X son más que correctos. Se ha hecho uso en gran parte del habitáculo del cuero y plástico blando, dejando que tan solo algunas zonas más bien alejadas hayan sido vestidas mediante plásticos duros.
Las plazas delanteras son amplias y cómodas, permitiendo que dos adultos recorran cientos de kilómetros sin que su espalda se resienta. La buena visibilidad delantera también ayuda a provocar esta sensación de confort, puesto que no solo permite que el conductor vislumbre mejor todo aquello que sucede en la carretera, sino que también entre más luz en el habitáculo.
Sin embargo, las plazas posteriores son algo más angostas, sobre todo si sus ocupantes son de estatura alta. Esto se debe a la pronunciada caída del techo, que si bien ofrece una estética más atractiva, lastra la habitabilidad trasera. Obviando esta poca altura entre nuestra cabeza y el techo, nos encontramos con una banqueta cómoda y amplia, con un generoso espacio para las piernas pero con una plaza central estrecha y con el respaldo demasiado inclinado hacia delante.
El Opel Crossland X ofrece un maletero que cubica 410 litros, una capacidad suficiente para llevar todos nuestros bártulos. La boca de carga es prácticamente plana y sus dimensiones regulares ayudan a que guardar nuestro equipaje sea mucho más sencillo. Pero, procurando no pecar de tiquismiquis, me he encontrado con una pega, y es que la bandeja no cubre todo el hueco del maletero, por lo que si depositamos algún objeto es muy probable que este se deslice hacia el fondo del mismo, sobre todo si se trata de una prenda de ropa.
100% Opel
Bien, pero dejemos a un lado estos pequeños detalles y centrémonos en un aspecto mucho más relevante: la dinámica del Opel Crossland X. La unidad de pruebas se encontraba equipada por el propulsor 1.2 turbo de tres cilindros capaz de producir 110 CV y 205 Nm de par, cifras que eran gestionadas a partir de una caja de cambios automática de seis velocidades y tipo convertidor de par.
Se trata de un propulsor suave y cumplidor, capaz de mover al SUV alemán con soltura en cualquier terreno. Es cierto que al ralentí se pueden percibir ciertas vibraciones por su condición de tricilíndrico, pero es algo que rápidamente se encuentra subsanado por un buen aislamiento acústico que sale a relucir en prácticamente cualquier tipo de situación.
Los 110 CV llegan a las 5.500 vueltas mientras que el los 205 Nm de par lo hacen a tan solo 1.500 vueltas. Esto provoca que sintamos un empuje contundente en los primeros pasos del tacómetro, pero es una sensación que desfallece pronto, provocando un comportamiento algo insulso por parte del motor en la zona media; en otras palabras, el Opel Crossland X equipado con dicho propulsor se siente cómodo a bajas vueltas, puesto que tampoco es un coche que nos invite a llevarlo rozando la zona roja.
Pero, ¿cómo ha sido trabajado el chasis del SUV de Opel después de la llegada del Grupo PSA? Pues lo cierto es que debo felicitar a los ingenieros de la casa germana. Pese a mis sospechas de que el Crossland X iba a ser un vehículo mucho más blando y endeble, debo reconocer que para nada es así. El tarado de la suspensión es firme -pero no incómodo-, permitiendo que los balanceos de la carrocería no sean muy acusados pero que se hagan notar si forzamos demasiado la trazada de la curva.
La dirección es más precisa de lo que uno puede imaginar, cuenta con un peso adecuado pero le falta algo más de comunicación. Sin embargo, el cambio automático lastra al conjunto y me explico. Circulando por autopista el Crossland X se siente muy cómodo una vez que la caja de cambios engrana sexta, pero cuando le exigimos reducir para realizar algún adelantamiento lo hace con lentitud y parsimonia; por otra parte, en ciudad, uno de los principales terrenos del SUV teutón, se siente torpe y provoca tirones en más de una ocasión, sensación que se ve acompañada por un leve patinaje.
Intentando efectuar una conducción algo más dinámica, el cambio sigue sin acompañar pese a que el chasis y el reglaje general provocan que el Crossland X se sienta cómodo en una carretera revirada, donde experimentaremos cierto subviraje pero que resulta muy sencillo de corregir. Los balanceos no son demasiado exagerados, y es fácil realizar cambios de apoyo con gran soltura, lo que hace que el SUV de Opel presente un comportamiento muy correcto en prácticamente cualquier situación.
En ciudad, el Crossland X se mueve con destreza gracias a sus dimensiones no demasiado voluminosas y a una visibilidad delantera francamente buena. Su dirección se ablanda a baja velocidad y su amplio radio de giro nos permitirá realizar maniobras con gran facilidad, aunque la visibilidad trasera algo más limitada podrá entorpecer el aparcamiento. En dicho entorno es sencillo apreciar como el consumo medio roza los 8 litros/100 kilómetros.
En autopista las sensaciones también están a la altura de la casa que le da cobijo, puesto que el Crossland X nos permitirá cubrir largas distancias con total comodidad. Alcanzar los 120 km/h y realizar adelantamientos es sencillo gracias a la respuesta enérgica del propulsor 1.2 turbo a bajas vueltas. En este tipo de vías podemos observar como el consumo medio se mantiene en unos 6,2 litros/100 kilómetros.
Conclusión
El Opel Crossland X se ha ganado mi respeto por diversos motivos. Uno de ellos por contar con una estética agradable y moderna; otro por presentar un habitáculo tecnológico y sobrio a partes iguales; y por último, por mantenerse fiel a los principios de la marca ofreciendo un comportamiento dinámico satisfactorio aunque acompañado por ciertas desventajas propias de los SUV.
Con un precio de partida de 16.128 euros, el Crossland X se posiciona en un punto intermedio de los SUV urbanos. Es cierto que el precio de nuestra unidad de pruebas ascendía hasta los 20.070 euros, una cifra que se antoja algo elevada pero que podemos reducir al sacrificar ciertos elementos como el cambio automático, una opción que no encaja demasiado bien con el conjunto que ofrece el SUV teutón.
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