Presentación y prueba Mazda CX-30: el SUV japonés que quiere ponérselo difícil a los europeos
Hemos viajado hasta Barcelona para probar el nuevo Mazda CX-30, un SUV que llega de la mano del Mazda 3 con altas dosis de personalidad.
El panorama automovilístico actual ha perdido personalidad y tiende a seguir un mismo patrón que provoca que nos encontremos con coches sumamente parecidos. Esta constante replicación se ve reflejada, sobre todo, en el segmento de los SUV, donde resulta más complicado encontrar un modelo que destaque por encima de la media. Sin embargo, Mazda ha sabido cómo jugar bien sus cartas al mantener dos rasgos del sector que están destinados -por desgracia- a la erradicación. Nos referimos a los motores atmosféricos y a las cajas de cambio manual, elementos presentes en su último vástago, el Mazda CX-30.
Nos hemos desplazado hasta Barcelona para conocer en primicia las lindezas de este SUV japonés que nace de la mano de su hermano pequeño, el Mazda 3, y que llega para establecer un nuevo linaje dentro de la marca. Un diseño basado en la filosofía Kodo y un interior muy minimalista han intentado ganarse nuestra aprobación, pero ¿lo habrán conseguido? Vamos a descubrirlo.
Limpio, puro y sin alardes
Tres características que, bajo mi humilde criterio, definen con fidelidad la estética del nuevo Mazda CX-30, un modelo que llega cargado de importantes novedades. Gracias al empleo del diseño Kodo, la firma nipona ha conseguido crear a un vehículo que, sin dejar atrás la robustez característica de los SUV, es capaz de aportar grandes dosis de finura y elegancia al segmento.
Una imponente parrilla con detalles cromados se encarga de capitanear el frontal junto a dos faros muy rasgados y finos. En la zona baja nos percatamos de la presencia de una tímida entrada de aire y de un splitter rematado en plástico negro, material que busca dar constancia de esa capacidad off-road presente en el nuevo CX-30.
Es en el lateral donde mejor podemos apreciar el trabajo del diseño Kodo, que se encarga de suprimir cualquier línea seca o arista para dar lugar a un conjunto mucho más limpio y puro. Esto ayuda a que el SUV japonés se vea más estilizado pese a sus dimensiones -4,39 metros de largo, 1,53 de alto y 1,79 de ancho- y que la sensación general sea la de estar ante un coche más compacto pese a que se posicione justo por debajo del CX-5.
La zaga sigue haciendo uso de esa sutileza y evita a toda costa los ángulos cortantes, permitiendo así un diseño muy uniforme. Dos finos pilotos roban gran parte de protagonismo junto al logo de la marca, pero lo que realmente me ha entusiasmado de la zona posterior es la doble salida de escape real, un aspecto que parece mentira que tenga que ser relevante pero que hace que el CX-30 gane en deportividad y en distinción frente a su competencia.
Minimalismo por doquier
Si los diseñadores de Mazda han conseguido ofrecer un aspecto exterior limpio y sin alardes también podían hacerlo en el habitáculo, y así ha sido. Subirse en el nuevo CX-30 es una experiencia agradable y muy reconfortante, ya que todo presenta un aspecto más moderno pero sin renunciar a la esencia de la firma japonesa, quien ha querido dar constancia de la procedencia del ADN de su último integrante.
Lo primero en lo que nos fijaremos al acceder al interior del SUV de Mazda es en el volante, un timón de generosas dimensiones y completamente esférico que presenta un tacto soberbio. Detrás de este nos encontramos con el cuadro de mandos, que si bien es cierto que no es tan tecnológico como el de alguno de sus rivales, cuenta con una presentación muy limpia. La esfera central es completamente digital y podremos obtener diferente información a través de ella; mientras que las otras dos son analógicas.
En el centro la pantalla de 8,8 pulgadas se encarga de albergar un sistema de infoentretenimiento sencillo e intuitivo. Tanto su posición como su tamaño son adecuados, aunque eso sí, su gestión se lleva a cabo a través de un mando satélite situado en la consola central, ya que no es táctil. Exceptuando los mandos de la climatización pocos más botones vamos a encontrar en el interior del CX-30, algo que se agradece a la hora de saber dónde está todo.
El habitáculo presenta unos buenos acabados, algo que es posible gracias al recubrimiento de cuero de prácticamente todas las zonas palpables. La parte baja de las puertas y del salpicadero son los únicos puntos donde se ha hecho uso de plástico duro, un componente del que no se ha abusado y que tan solo encontraremos si buscamos con detenimiento.
Sin embargo, una de las primeras sensaciones que he tenido al subirme al Mazda CX-30 es la de cierto agobio, y no porque el coche sea pequeño, sino porque las ventanillas de las puertas delanteras -y también de las traseras- son muy cortas, lo que resta luminosidad y genera una sensación algo angosta. Pero si nos vamos a las plazas traseras nos encontraremos con una espacio más que correcto para dos adultos de estatura media, mientras que la plaza central -como viene siendo habitual- es algo más limitada.
Por último pero no por ello menos importante debo hablaros del maletero, que declara 430 litros de cubicaje, una capacidad bastante generosa. En general nos encontramos con unas dimensiones muy aprovechables pese a la boca de carga algo elevada, aunque Mazda tiene pensado modernizar el proceso de almacenamiento del CX-30 con lo que ha bautizado como Smart Cargo, un sistema que permitirá a sus clientes crear divisiones en el maletero mediante unos paneles y así organizar de diferentes formas el equipaje.
Suave y sin contemplaciones
Mazda ha querido ofrecer una gama de motores con mucha personalidad pese a que ha sucumbido a ciertos elementos modernos como la hibridación ligera. De momento, el CX-30 se ofrecerá asociado a tres propulsores: el Skyactiv-D (diésel), Skyactive-G y Skyactive-X. En esta presentación me he podido poner al volante de las dos primeras opciones, que también se pueden combinar con una caja automática de seis velocidades y con tracción a las cuatro ruedas.
En el caso del Skyactive-D, nos encontramos con un bloque motor de cuatro cilindros capaz de producir 116 CV de potencia y 270 Nm de par. Pese a su condición de diésel, es un motor suave y que no vibra en exceso ni suena demasiado, algo que también es posible gracias al buen aislamiento que presenta el SUV nipón.
El par se entrega a tan solo 1.600 vueltas, provocando un empuje firme en los primeros compases del tacómetro pero sin ser desmesurado. Por otra parte, los 116 CV llegan a las 4.000 vueltas, consiguiendo así una respuesta lineal que hace que la variante Skyactive-D sea ideal para trayectos por autopista o incluso para desplazarnos por ciudad, aunque si que he echado en falta una respuesta general más enérgica, algo que podemos subsanar recurriendo a la versión de gasolina.
En el caso del Skyactive-G es un motor de cuatro cilindros atmosférico el que se encarga de dar vida al CX-30 con 122 CV y 213 Nm de par. A priori no parece una diferencia demasiado grande de potencia respecto al diésel, pero su comportamiento hace que la balanza se incline hacia esta opción. Al mismo tiempo debemos destacar la presencia de un pequeño motor eléctrico, que servirá de apoyo en determinadas ocasiones y permite que el SUV nipón cuente con etiqueta ECO.
Todo lo bueno del Skyactiv-D se multiplica en el gasolina, el cual es capaz de ofrecer un mayor refinamiento y una suavidad más notable. Es un motor muy progresivo, que se estira con ímpetu y que puede robarnos alguna que otra sonrisa. En ningún momento es estridente, pues tiene una banda sonora discreta pero muy pegadiza cuando buscamos jugar en la parte alta del cuentarrevoluciones. Los 213 Nm de par llegan a las 4.000 revoluciones, lo que nos hará involucrarnos aún más con la conducción y recibir un empuje en la zona media bastante satisfactorio. Por otra parte, los 122 CV -entregados a 6.000 rpm- son más que suficientes para mover con soltura al CX-30, un vehículo que en ningún entorno rechistará.
Independientemente del motor escogido seguiremos contando con una serie de elementos en común que hacen que el SUV japonés destaque por encima de la competencia. La dirección es más precisa de lo que uno puede imaginar, aunque es cierto que se puede apreciar cierta falta de peso. La caja de cambios es simplemente deliciosa, una sensación que es posible gracias a unos recorridos cortos y precisos. Por otra parte, el tarado de la suspensión está muy equilibrado ya que, pese a ser algo más blanda que en el Mazda 3, recoge bastante bien los balanceos de la carrocería y nos permitirá disfrutar de un confort intachable tanto en la urbe como en la autopista.
Por último pero no por ello menos importante debo hablarlos del cambio automático, una caja de tipo convertidor de par y seis velocidades. Destaca sobre todo por su suavidad y por gestionar de forma rápida y fluida los cambios, provocando que no nos percatemos de que están teniendo lugar, pero no es tan apropiada para llevar una conducción más bien deportiva como sí lo es la transmisión manual de mismo número de relaciones.
Conclusión
Como ya he mencionado, vivimos en un mundo en el que resulta muy difícil encontrar un vehículo diferente o que destaque, pero considero que Mazda lo ha conseguido con el nuevo CX-30. Sin embargo y pese a estas claras dosis de personalidad que presenta el SUV nipón, estamos ante un vehículo que sigue siendo apto para todos los públicos, pero que le hará especial ilusión a aquellos puristas que necesiten hacerse con un miembro de este segmento.
Gracias a un diseño muy limpio y vanguardista nos encontramos con un SUV que deja atrás ese aspecto más bien robusto y tosco para dar pie a una apariencia más depurada. El habitáculo juega con el minimalismo y con unos materiales que poco o nada tienen que envidiar a los de sus principales competidores, y la habitabilidad que ofrece el CX-30 es más que suficiente para una familia de cuatro miembros que considere que el CX-5 es demasiado voluminoso.
Con un precio de partida de 27.575 euros sin descuentos, el Mazda CX-30 llega como un modelo dispuesto a infringir mucho daño a las marcas europeas. Dicha cifra se asocia con el Skyactiv-G con cambio manual y tracción delantera. A igualdad de condiciones, en el Skyactiv-X nos encontramos con un incremento que hace que el precio llegue hasta los 29.975 euros, provocando que el Skyactiv-D se posicione en el medio con un precio de partida de 29.575 euros.
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