Coches con historia: Ford Probe
Hoy, en Coches con Historia, repasamos la andadura de uno de los coupés más populares de los años 90. Hablamos del Ford Probe, que contó con dos generaciones en las que consiguió destacar por su equilibrio entre diseño, prestaciones y equipamiento, siempre con un precio muy ajustado.
Ford siempre ha tenido gran habilidad para comercializar modelos con cierto aire deportivo pero que, a la vez, se combinan con un comportamiento fácil y divertido.
Todos conocemos el Mustang, pero en realidad Ford ha tenido durante muchos años numerosos modelos algo por debajo con los que satisfacer las necesidades de los conductores que buscaban buenas prestaciones y buena imagen sin dejar tiritando la cartera.
Es el caso del Probe, vehículo que hoy nos ocupa en nuestra sección «Coches con historia». Los inicios del Probe se remontan a los años 70, cuando Ford comenzó a experimentar con nuevas formas y conceptos con los que poder crear los automóviles del mañana.
Uno de esos prototipos fue, en el año 1979, el denominado como «Probe I», un pequeño modelo con forma de cuña que incorporaba soluciones técnicas relativamente novedosas como los faros escamoteables o las ruedas traseras cubiertas con un semicarenado.
Después de este primer concept llegarían varios en los años siguientes, siempre basándose en el diseño del Probe I, puliendo detalles -el Probe III mostró de forma conceptual la carrocería de 5 puertas que posteriormente usaría el Ford Sierra- y explotando las variantes más deportivas y agraciadas de este modelo que, posteriormente, conseguiría llegar a producción, hecho que se consumaría en el año 1988.
Probe Mk.I
Ford recurrió a la ayuda de Mazda, de la que poseía un pequeño porcentaje, para construir la primera generación del Ford Probe. De ella tomó prestados numerosos componentes técnicos, como los propulsores y la base de construcción. El primer Probe se construyó en sobre la plataforma del Mazda GD. En esta primera generación, el Probe contaba con un diseño muy afilado tanto en la parte frontal como en la trasera.
El interior desmerecía un poco, con un habitáculo desangelado que contaba con equipamiento justo y unos ajustes y materiales no todo lo buenos que podrían haber sido. Aun así, el Probe contaba con otros atributos que le hacían destacar en su segmento, como sus motores o su comportamiento dinámico.
El Probe se vendió con tres motorizaciones, siendo la primera de ellas un motor 2.2 de cuatro cilindros que ofrecía 110 CV y 176 NM. Pese a que las prestaciones no eran especialmente brillantes, sí eran suficientes para satisfacer a un público que sobre todo buscaba una imagen de vehículo deportivo sin necesidad de gastarse demasiado dinero. Se asociaba al equipamiento GL, y en opción al LX.
El Probe estuvo también disponible con un motor 3.0 V6, idéntico al que montaban otros modelos Ford de la época como el Taurus o el Ranger. Este motor era el único de origen Ford, y estaba unido a la línea de equipamiento LX.
La tercera y última línea de equipamiento se denominaba GT, y estaba asociada en exclusiva a un motor 2.2 Turbo con 145 CV y 260 NM. Se trataba de la versión más prestacional, cara y equipada del modelo. Entre otras exquisiteces, se encontraban la amortiguación variable con tres modos de funcionamiento o el equipo de frenos con 4 discos y sistema ABS.
El Probe Mk.I estuvo a la venta apenas cuatro años, desde 1988 hasta 1992, año en el que fue sustituido por el Probe Mk.II.
Probe Mk.II
El Probe Mk.II se lanzó en agosto de 1992 con un diseño completamente renovado, un equipamiento más amplio y avanzado, y nuevos atributos de conducción. Los motores también se renovaron, prometiendo mejores prestaciones y una mayor eficiencia.
En esta segunda generación, el Probe se ofrecía en dos niveles de equipamiento, denominados GL y GT. La primera de ellas estaba asociada a un motor 2.0 de cuatro cilindros que ofrecía 115 CV. Sus prestaciones no eran especialmente brillantes, pero al igual que en la primera generación, ofrecía imagen deportiva y un equipamiento relativamente amplio a un precio muy bajo.
La versión más interesante era la GT, que se movía gracias a un propulsor 2.5 V6 de origen Mazda. Con 165 CV, no se puede hablar de un motor «apretado», pero gracias a una transmisión con las relaciones bien diseñadas y un peso relativamente ajustado, conseguía unas prestaciones más que dignas, lo que combinado con un sonido realmente bonito le convirtió rápidamente en la opción preferida entre los que buscaban un Probe.
El equipamiento era también más extenso, contando, entre otros, con llantas de aleación de 5 radios, asiento del conductor con ajuste lumbar eléctrico o volante forrado en cuero. El habitáculo mejoró sustancialmente tanto su diseño como los materiales empleados, siendo capaz de acoger a 4 personas y su correspondiente equipaje con una comodidad razonable para la época.
El Probe fue sustituido en 1997 por el Cougar, un modelo completamente nuevo que, sin embargo, no cosechó el éxito del modelo precedente.
Sin duda, el Probe es un coche apetecible hoy día para aquellos amantes de los coupé «de antes» que busquen un motor V6 a bajo coste y un diseño aún hoy diferenciador.
Fuente | Highmotor
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