Una compañía fuera del tiempo: Bristol
Cuando se mencionan coches británicos de marcas independientes lo primero que me vienen a la mente son los coches sport que solían fabricar en los años sesenta (y que todavía fabrican), el extrañamente famoso Peel, o el Reliant Robin o la suerte que tuvo el desconocido AC Ace de ser la base del AC Cobra. […]
Cuando se mencionan coches británicos de marcas independientes lo primero que me vienen a la mente son los coches sport que solían fabricar en los años sesenta (y que todavía fabrican), el extrañamente famoso Peel, o el Reliant Robin o la suerte que tuvo el desconocido AC Ace de ser la base del AC Cobra. Sé que he dejado afuera a muchos, pero para resumir, salvo las marcas de mayor prestigio, no se puede decir que los fabricantes independientes ingleses innovaran demasiado.
Todo esto viene a cuento por el estupendo artículo con el cual me he cruzado en el NY Times, en donde se analiza el suceso de Bristol, una firma inglesa que sigue adelante contra viento y marea y contra sus mismos, coches calificados como de los más feos de la industria, pero como la única firma que construye coches de alto nivel (y hechos a mano al día de hoy) y que todavía es enteramente británica. Bristol Cars está cumpliendo 64 años, iniciando su historia como constructor de aviones y diversificándose hacia los coches al terminar la Segunda Guerra Mundial.
La producción actual de Bristol se reparte entre su modelo de acceso, el Bristol Blenheim 3 (un coche con diseño de hace treinta años) y el exclusivo Speedster, más bonito que el anterior, por cierto. Por arriba de todos, el Fighter, un deportivo con motor V10 y con dudoso diseño, con un precio de cerca de medio millón de Euros.
Asombrosamente, Bristol no ha conocido la crisis de años recientes. Sus ventas han crecido un 25% desde el año 2008, contra una bajada generalizada de las demás marcas. Sus coches, caros pero muy apreciados por quienes pueden pagarlos, son vendidos en series pequeñas de unos 150 coches anuales. Para más curiosidades acerca de esta marca, Bristol solamente tiene un concesionario en Londres, decorado de la misma manera que en los años sesentas y que no usa ordenadores; todo se lleva a mano, como se hacía años atrás.
A pesar de todo lo chusco que se pueda decir sobre Bristol, la empresa sigue adelante, incluso con ofertas de compra que, año tras año, llegan a sus oficinas centrales. Toby Silverton, dueño de la compañía, dice que la empresa no se vende, ni se venderá. Y seguirá bajo la misma filosofía mientras haya gente que encuentre un atractivo especial en sus coches y reconozca sus cualidades artesanales.
Entre tantos modelos que nos deleitan con su tecnología y diseño, entre coches híbridos o eléctricos que amenazan con invadirnos, el caso de Bristol es el de una compañía detenida en el tiempo, pero que sigue teniendo conformes a sus adinerados clientes que ven un sinónimo de calidad en su nombre.
Vía | NY Times
Más información | Bristol Cars
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