¿Qué contamina más: un coche diésel o gasolina?
La eterna duda sobre qué contamina más: un coche diésel o uno gasolina, un tema polémico y que tiene que afrontarse desde diferentes perspectivas
De hecho, lo primero que hay que entender es que, gracias a las actuales y futuras leyes a favor de la conservación y promoción del aire limpio y contra los gases tóxicos y de efecto invernadero, la industria automotriz ha tenido que desarrollar tecnología que evite, antes de la implantación de cada «norma Euro» medidas que reduzcan el impacto de la combustión de los hidrocarburos en los motores animados por diésel y gasolina.
Es por esto que es cada vez más habitual la inclusión de sistemas como la válvula EGR, los catalizadores, los filtros de partículas o antipartículas o la suma de aditivos como el AdBlue en los propios combustibles.
Todas ellos forman parte de las medidas para mitigar los inexorables efectos de la quema de carburantes fósiles. Como la química enseña en el instituto, cualquier combustión genera energía y residuos. En caso de la gasolina o el gasóleo, genera energía y gases y otras partículas, solo la energía resulta útil y los despercidios no son sino amenazas para la salud del planeta y, por ende, de los seres que en él habitamos.
Por ello y por la repercusión más que patente, tanto desde la perspectiva del ámbito científico como desde la que se puede comprobar la ciudadanía de a pie, la necesidad de mitigar los efectos de la quema de cualquier carburante exige medidas cada vez más contundentes, por eso nos vamos a centrar en este texto en comparar tres campos determinantes sobre si contamina más un coche diésel o gasolina.
Para ello tendremos en cuenta tres aspectos: la cantidad de dióxido de carbono, CO2, expulsado, la de óxidos nitrosos, NOX, y la cantidad de partículas emitidas.
El dióxido de carbono, el gran responsable del efecto invernadero
Hacer fuego o nuestra propia respiración genera dióxido de carbono. Procesos naturales o provocados para una combustión donde interviene el oxígeno y un hidrocarburo produce CO2.
Un gas que, hasta la revolución industrial, aparecía en exclusiva de forma natural en el medio y del que el propio entorno se ocupaba y necesitaba para regenerar de nuevo, entro otros bienes, el imprescindible oxígeno.
Pero, con la evolución tecnológica y la necesidad de alimentar a las máquinas con carburantes, se comprobó la toxicidad del gas y la repercusión en el calentamiento de la temperatura global del planeta y las nefastas consecuencias que esto supone.
La inevitable expulsión de dióxido de carbono en un coche de motor tradicional es irremediable. Hay otros residuos que han sido progresivamente contenidos hasta ser eliminados pero éste, de momento, no ha sido posible eliminar.
Según los estudios, un coche de gasolina emite mayor proporción de CO2 entre los residuos expulsados que uno diésel. Esto significa que, los vehículos de gasolina tienen mayor incidencia sobre el calentamiento de la atmósfera y de la contaminación por dióxido de carbono, un gas tóxico y letal para los humanos, entre otros, que los automóviles diésel.
El NOx, el enemigo a batir
Y si la toxicidad del dióxido de carbono es una realidad indiscutible, la relación directa entre la cantidad de óxidos nitrosos presentes en el ambiente y la reducción en la calidad en la salud de las personas también ha sido protagonista y objeto de estudio en los últimos años.
Por óxidos nitrosos se entienden diferentes combinaciones donde el oxígeno y el nitrógeno interactúan formando asociaciones moleculares de alta toxicidad.
Por eso es tan importante su contención o eliminación y es donde los diésel tienen peor reputación. Porque, de modo natural, los coches de gasolina generan mucha menos proporción de NOx. Aunque son realmente los motores de gasolina animados por GLP o GNC los que menos óxido nitroso producen, hasta un 80 por ciento menos que los gasolina para el caso de los coches bi-fuel de GNC y hasta un 15 por ciento menos de CO2 también que las mecánicas de gasolina.
Para paliar su expulsión, un gran número de coches diésel de nueva generación cuentan con el uso de AdBlue de forma conjunta al del carburante, posibilita la neutralización del NOx antes de salir a la atmósfera.
Partículas sólidas y líquidas, en vías de extinción
En la quema de carburantes fósiles se producen partículas sólidas o líquidas, son moléculas generadas en la combustión o bien que no han sido prendidas y, por lo tanto, salen expulsadas por los gases de escape.
Los citados filtros de partículas, conocidos también como filtros antipartículas, están cada vez más extendidos ya que se ha comprobado que su instalación en los sistemas de escape mitigan e incluso llegan a retener por completo su expulsión. Primero aparecieron los filtros de partículas en los vehículos de gasóleo y, poco a poco, han ido incorporándose hasta estar presentes también como filtros antipartículas en los coches nuevos de gasolina.
Su almacenamiento en estos filtros puede solucionarse mediante la propia regeneración del filtro de partículas forma autónoma o eliminados de forma manual por parte de especialistas mecánicos.
La proporción de partículas expulsadas por los coches diésel es mayor que la que se genera en los motores de gasolina, es por ello que, los coches diésel tienen las de perder en este apartado.
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